Por: Marcela Campos, Oficial Regional de Comunicaciones – América Latina y El Caribe
El hijo de Rosalía nació con parálisis cerebral tras un parto difícil. Su proceso de atención estuvo plagado de obstáculos; afortunadamente, el niño ahora está bien atendido.
Rosalía Alarcón, de 22 años, vive en Calamarca, un pequeño pueblo del Altiplano boliviano, un altiplano de la cordillera de los Andes situado a casi 4.000 metros de altitud. Su familia vive gracias a los ingresos que genera la venta de forraje para los criaderos de llamas y cabras del barrio. Rosalía tiene dos hijos, su hija Ludimax de 5 años y su hijo Jair de casi dos años. El pequeño Jair nació con parálisis cerebral, una discapacidad que se podría haber evitado si la atención que recibió Rosalía durante su embarazo y parto hubiera sido mejor.
Soporte problemático
Embarazada de Jair, Rosalía no experimentó ninguna complicación hasta que, a los tres meses de embarazo, le informaron la presencia de un hematoma. Pero los cuidadores le aseguran que todo va según lo previsto y que el bebé se encuentra bien. Una noche, hacia el final de su embarazo, Rosalía se despertó con un dolor muy fuerte. Quiere ir al centro de salud más cercano, situado a más de una hora en coche. Pero en Calamarca los autobuses sólo pasan unas pocas horas al día, lo que dificulta mucho los desplazamientos. La familia de Rosalía sí posee una motocicleta, pero es un medio de transporte inutilizable ya que ella está a punto de dar a luz. Rosalía debe entonces pedirle a su vecina que la lleve.
Los médicos la examinaron y, al comprobar que el bebé no estaba listo para nacer, la enviaron a casa. Durante todo el día siguiente, Rosalía se sintió paralizada por el dolor.
“Fui nuevamente al centro de salud, donde me dijeron que mi bebé estaba listo para nacer. Luego esperé todo el día… Por la noche me dijeron que fuera a otro hospital porque no podían atenderme. Nunca me dieron nada para el dolor ni me enviaron a hacerme pruebas. Simplemente me examinaron y listo. A mí tampoco me dieron mucha información nunca ”, lamenta Rosalía.
Servicios de salud remotos
Dos días después del inicio de sus dolores, Rosalía finalmente dio a luz.
“Cuando Jair nació, no lloró. Tenía miedo porque todo era muy diferente a mi primer nacimiento. Cuando me lo entregaron, pude escuchar su respiración entrecortada. Pude ver que su piel estaba muy amarillenta, pero las enfermeras me dijeron que todo estaba bien, que sólo necesitaba ponerlo al sol. »
Rosalía nota enseguida que su hijo está muy tranquilo, demasiado tranquilo. Durante meses, los médicos le aseguraron que todo estaba bien. Pero cuando, después de un año, Jair no da señales de querer caminar ni gatear, Rosalía decide acudir a otro hospital donde finalmente al pequeño le diagnostican parálisis cerebral.
Rosalía y Jair inician terapia, pero llegar allí es una auténtica carrera de obstáculos. Las sesiones se desarrollan en La Paz, es decir a casi 2 horas en coche sin contar los atascos.
“Salía de casa a las 10 de la mañana en autobús y luego hacía cola en el centro de salud para esperar mi turno. A veces no salía hasta las 3 p.m. y si no llegaba a tiempo para tomar el autobús, tenía que caminar a casa cargando a Jair en mi espalda. »
La ventaja de la atención local
Un día, Rosalía le explica al médico que viene desde muy lejos para las sesiones. Este último luego la remite al centro de rehabilitación de Calamarca, un centro de salud apoyado por HI mediante capacitación y suministro de equipos.
“Fue lo mejor que nos pudo haber pasado. Ahora solo tardamos 15 minutos en moto para ir a las sesiones y puedo estar más tiempo en casa cuidando a mi hija también. Algunos días son los cuidadores quienes viajan para las sesiones. »
Rosalía y Jair van al centro de rehabilitación dos veces por semana. Allí, los fisioterapeutas hacen que Jair haga ejercicios para desarrollar sus habilidades motoras. Los equipos también enseñan algunos ejercicios a Rosalía que continúa las sesiones en casa.
“Desde que iniciamos la terapia en el centro de rehabilitación los cambios en Jair han sido notables. Hoy empieza a caminar a cuatro patas, puede darse la vuelta solo, balbucea. Lo llevo al neurólogo pediátrico todos los meses para seguimiento y cada vez nota avances en su cerebro y habilidades motoras. »
El proyecto “Por una mejor rehabilitación y salud de la niñez y adolescencia en Bolivia” es financiado por la DGD. Permitió la formación de alrededor de 500 profesionales de la salud y el suministro de equipos para equipos móviles en 13 centros de salud, con el fin de promover una mejor atención a los pacientes. 734 personas recibieron materiales para fortalecer la rehabilitación en el hogar y 314 padres de familia se beneficiaron con apoyo psicosocial.