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Hacia adelante, la historia de Carlos Bolaños

Por: Carolina Maldonado, Oficial Nacional de Comunicaciones – Colombia

Era 2022 en el corazón de la costa pacífica nariñense. Carlos Bolaños pasaba sus días en el Río Patía, como lo hacían muchos en Bocas de Satinga, una comunidad pesquera, agrícola y minera. En un territorio donde las carreteras son inexistentes, el río es todo al mismo tiempo: camino, mercado, fuente de alimento y sustento. Pero también es el escenario de disputa en medio de un conflicto armado activo.

 

El Río Patía y las minas antipersona, un riesgo invisible

La presencia de múltiples actores armados y la lucha por el control del territorio trajeron a Bocas de Satinga enfrentamientos armados, obligando a las comunidades a vivir en un confinamiento silencioso, donde cualquier desplazamiento significaba un riesgo latente. Con la violencia recrudeciéndose cada vez más, Carlos y su esposa tomaron la difícil decisión de salir. Una noche, en medio de la incertidumbre, lograron abordar un bote junto a otras familias que también iban rumbo a la cabecera municipal. Sin embargo, la falta de recursos los obligó a regresar apenas dos semanas después. Volver al río, y a su trabajo era una necesidad.

Al mediodía Carlos se acercó a la orilla del Patía, como lo hacía cada jornada. Pero esa vez, su rutina se rompió cuando una explosión lo lanzó al suelo. No recuerda el impacto, ni cómo pasó, pero si el momento en que abrió los ojos y supo inmediatamente que había pisado una mina antipersona. El dolor era insoportable, incesante. Sus vecinos, movidos por la urgencia y el desespero, hicieron lo único que podían: subirlo a una canoa e ir río abajo en busca de ayuda. Fueron de un lugar a otro, golpeando puertas, recibiendo la misma respuesta en cada una: ‘no había cómo atenderlo’. Finalmente, desde el puesto de salud fue remitido a Tumaco, pero la espera se hizo eterna sin anestesia, ni antibióticos. Fueron nueve horas de trayecto, en las que su esposa permaneció a su lado, enfrentando junto a él la angustia de la incertidumbre.

La amputación de su pierna marcó un punto de quiebre. No solo fue una pérdida física, sino también emocional y económica. Tenía tres hijos y ninguna fuente de ingresos. Con la ayuda de una primera prótesis, comenzó a recuperar movilidad, aunque con el tiempo necesitó ajustes que solo podía realizar en Cali, implicando costos de transporte y estadías que superaban cualquier apoyo que recibía. En paralelo, inició un largo proceso para acceder a una pensión por incapacidad.

Mirar hacia adelante con determinación

Con el proyecto Acción Integral para la Reducción de la Violencia Armada y Protección de las Comunidades Afectadas (ACTIVA), implementado por Humanity & Inclusion en conjunto con Tierra de Paz y financiado por la Embajada de Suiza en Colombia – Ayuda Humanitaria y Desarrollo (COSUDE), Carlos recibió acompañamiento psicosocial, asistencia jurídica para gestionar tutelas y orientación en el proceso de su pensión, también recibió apoyo económico para desplazarse a sus citas médicas. Pero, sobre todo, empezó su proceso de autonomía económica.

Aprovechando su experiencia previa en la crianza de cerdos, Carlos inició un nuevo proyecto de vida. Con el apoyo recibido, construyó dos cocheras junto a su familia y obtuvo insumos fundamentales: cinco lechones de raza Landrace, alimento especializado, vitaminas y desparasitantes. Además, implementó un sistema de compostaje para producir abono orgánico, reduciendo costos y asegurando un ciclo productivo sostenible.

Desde hace seis meses, dedica sus días a su proyecto porcino. Aunque las constantes citas médicas han retrasado la obtención de ganancias, ha logrado recuperar su independencia. Ahora, desde el Cauca, donde ha reconstruido su hogar, Carlos mira hacia adelante con determinación.

 

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